jueves, 4 de junio de 2015

Carpe Diem

Bitácora de la sesión del sábado 30 de mayo.


Por Domingo José Bolívar Peralta


Un día pleno de sol. Centros comerciales sonrientes. Restaurantes con el corazón contento. La embriaguez de las tiendas, cantinas, estaderos, bares, discotecas (al calor de las frías no hay diferencias). Saludables parques y gimnasios. Burdeles donde se le saca provecho al polvo que somos. Etcétera.

 Quinto Horacio Flaco (los cuatro anteriores menos flacos que él, poeta al fin y al cabo) ha dicho (por encima de las sutilezas de las traducciones, la esencia): vita brevis.

 En tanto que Garcilaso (imagen poética de una garza con su pico tocando la mitad de su cuello: un lazo; pero este lazo es con ‘z’, y los españoles la pronuncian. Más bien trata de una garcita con el cuello laso [y ahí sí, hace el lazo]) de la Vega dice: ni a contemplar tu belleza se detiene.

 Visualiza entonces Pierre de Ronsard (algo pagado de sí mismo, como todo gran poeta) un suspiro melancólico y marchito, sepultos ya sus huesos. Y clama: ¡no esperes el mañana!

 No hay carne que no se pudra; sólo Natura estrena Primaveras, murmuró Rubén Darío («¿Hernández?» «¡Nooo! Ése ya no es capaz de hacer un pique»), poeta de precoz otoño.

 ¡Ay! ¿Será que participo? Me da vergüenza. No estoy a la altura. Al final, deshojé la margarita (Margarita no vino. Quizá se fue a comer helado y luego a cantar en un karaoke. Aprovechar el día, en vez de estar metida en un cubo Rubik), y dijo: ¡sí, hazlo ahora, es el momento! Sólo dije que es mejor estar borracho, o algo así. ¡Ellos son tan altos!

 Antes de que se leyeran los últimos versos, Juan Carlos Onetti vino y nos lanzó (siempre hay leña dispuesta a arder) un fósforo encendido, en prosa: Las mellizas.

 Un lenguaje nada exuberante, hasta coloquial. “La verdadera Melliza”, quince años de miseria, flacura, con “cara pequeña e inocente”, y una forma de ser que choca con el ambiente sórdido de la vida de la calle y con la practicidad materialista de su hermana. Famélica prostituta que no cobra: espera a que el cliente pague, si quiere. Vive el momento. Cándida criatura, “carente de piedad”, que fue un motivo de sorpresa diaria, durante incontados (esta palabra me la corrige Word y no está en el diccionario; pero se entiende y me sirve) días, para un narrador que la recordará quince años después. No cuento más el cuento: mejor es que lo lean.

 No cuento más el cuento, pero sí debo contar el incendio. En resumidas cuentas, dos posiciones hermenéuticas (esta palabrota le debe de gustar a Andreis): una considera que el narrador se enamoró de la desgraciada agraciada joven, y la otra considera que lo que lo atrajo a ella fue el extraño candor (incompatible con el mundo alrededor de ella y su oficio) de la chica y se involucró en su miseria por compasión y por su sorpresa diaria.

 Si los poetas nos decían que había que aprovechar el momento, tomar lo que la vida nos ofrece y sacarle el mayor provecho, sin aplazamientos ni proyecciones futuras (aunque Ronsard sí fue al futuro, pero justamente para decir esto: ¡ahora!), este cuento nos muestra una versión más sombría de ese vivir la vida sin esperar más. La “Melliza segunda” cobra por sus servicios, tiene un aspecto más saludable... La “Melliza verdadera” tiene pesadillas por las noches y es despreocupada en el día. El narrador está fascinado por ella, tan fascinado que al final desea... (¿había dicho que no iba a contar más el cuento? Dispensen este pequeño desliz) Léelo. Ese final también nos puso a discutir.

Esta divergencia de interpretaciones encendió los ánimos de pugilato (exceptuando a Patricia, quien no está interesada en subir al cuadrilátero, porque es cosa del Patri-arcado) y se presentaron algunos retos. ¿Rayza Mar contra Mar Llarino?

Después de todo, la sugerencia del último poema fue tenida en cuenta por algunos compañeros: salimos juntos a beber el licor dorado, porque mañana no se sabe.

jueves, 28 de mayo de 2015

EL PENÚLTIMO ROUND


Bitácora de la sesión del sábado 16 de mayo
Por: Andreis Camero

Un amague de lluvia en el cielo a las dos de la tarde amenazaba con dañar la partida, la promoción del combate ya navegaba en la red. Los espectadores, como de costumbre, empezaron a llegar a cuenta gotas, hasta que fueron un número respetable y coherente con esta contienda literaria.

Lo primero que salió al cuadrilátero, antes de la pelea, fueron agradables comentarios sobre Una triste aventura de 14 sabios, novela corta de José Félix Fuenmayor, que narra a su vez un cuento cuyo autor es un  personaje llamado el señor Currés, quien aprovecha una discusión sobre la sabiduría, para leer su historia a un público que va cambiando a lo largo del texto. Esto parecería un relato convencional a simple vista; sin embargo, lo ingenioso de la cuestión, es la capacidad del autor para presentar sus opiniones sobre el arte de narrar, y las distintas dificultades que debe afrontar un narrador para poder contar una historia que logre por lo menos ser funcional. Aunque a muchos no les gustó el final del cuento narrado por el señor Currés (Patricia encontró aparatoso la conversión de uno de los sabios en hechicero negro, y a Andreis le pareció poco creíble la muerte de Cabrillitas el piloto fortachón del aeroplano), todos coincidimos en la gran capacidad de Fuenmayor para exponer sus percepciones e interrogantes sobre el arte de narrar.

Con el pasar de los minutos, los sorbos de café, los silencios repentinos, el ruidoso aire acondicionado que empezaba a enfriar demasiado, la expectativa y la tensión por el combate iban en continuo aumento.

Antonio Silvera nos presentó el microrrelato Pequeños cuerpos, de Triunfo Arciniegas. Lo escribió en el tablero mientras los espectadores conversábamos sobre la posibilidad de realizar un texto cuyo argumento fuera otro texto; en el caso del microrrelato, amplificar las posibilidades narrativas que el autor original nos presenta. El cuento Pequeños cuerpos, por ejemplo, constaba tan solo de tres frases y veintidós palabras, volumen suficiente para desarrollar toda la historia que, sin duda, es alimentada por la mirada del lector. La propuesta era clara; construir a partir de lo ya establecido, y desarrollar un texto que tuviera como punto de partida, el microrelato. Por supuesto que el ejercicio también funciona a la inversa; reducir una historia mucho más amplia a su mínima expresión, apartando cualquier posibilidad de adorno retórico o estético, y limitándose a contar el suceso sin perder la tensión, ni la funcionalidad del texto como relato de ficción.

Recuerdo que este último ejercicio lo realizamos el año pasado. El cuento elegido en aquella oportunidad fue El milagro secreto de Jorge Luis Borges. Entonces algunos asumimos con entusiasmo el reto conociendo la dificultad de encontrar algo que cercenar en la obra tan precisa de Borges. Yo aún no termino de escribir mi versión.

En fin, el tiempo pasaba y ya era inminente el comienzo de la contienda. El primero en llegar fue el retador:Adolfo, quien se encontraba mezclado en el público. Pedro llegó un poco más tarde mascando un chicle. La mesa estaba servida, en el cuadrilátero literario Silvera oficiaba de juez, mientras la multitud minoritaria esperaba con ansias el comienzo del primer round.

Los dos contrincantes, en una de esas sesiones posteriores al taller, se habían retado a escribir un cuento sobre Hemingway, y después de organizarlo todo, al fin estaba el escenario perfecto para que sucediera.

El primero en subir a exponer sus armas literarias fue Adolfo, su texto se titulaba “Al calor de la tarde”. Desde el principio el cuento entró con un epígrafe impactante, del nobel estadounidense. Luego comenzamos una historia con el estilo riguroso que caracteriza a Adolfo. Todo comenzó con el despertar de un mal sueño, después, la búsqueda de una botella de whiskey por toda la casa, al tiempo que se alternaba con algunos recuerdos de la vida del futuro suicida. Aunque ya conocíamos el desenlace de la historia, era inevitable conmoverse con la narración y sentir un poco de lástima por ese pobre viejo que, finalmente termina recordando que no es un trago lo que busca sino una escopeta. Adolfo no nos narra en detalle el momento específico de la muerte, pero deja a un hombre medio borracho y con problemas mentales, portando una escopeta y en la búsqueda de segar para siempre su gloriosa existencia.

Los golpes a Adolfo no llegaron de su oponente, sino del mismo público: que el autor no fue capaz de explorar la fuerza emocional del acontecimiento, que más que un cuento simplemente estábamos ante la presentación detallada de la última hora del escritor de Los Asesinos. Claudia mencionó un detalle supremamente importante para cualquier narrador: en el espacio que transcurre desde que el personaje se levanta de la cama hasta el momento en que se suicida solo realiza tres acciones, que en perspectiva de Claudia, son demasiado escasas, para todo lo que nos cuenta el narrador del personaje.

Llegó entonces el momento de Pedro. Su texto se titulaba “Y también había un lápiz”. El narrador parte de la mudanza del personaje a Estados Unidos proveniente de Cuba, y con la promesa a su mujer de sacar el alcohol de su vida. La narración presentada por Pedro, ofrece una visión mucho más íntima y matizada de los últimos momentos del personaje. El progreso de su delirio que lo lleva a actuar como si viviera en algunos de sus cuentos, haciendo referencias precisas y citas a los mismos, la constante alusión a la máquina de escribir, y finalmente su suicidio, encerrado en el cuarto de armas, constituyen el cuerpo de este relato.

Al finalizar la lectura los golpes no se hicieron esperar, para todos fue evidente que el título no coincidía mucho con lo narrado a lo largo de la historia (el autor explicó después que Hemingway solo podía escribir a lápiz), además, el texto no tenía mucho orden desde el punto de vista formal, algo en lo que sí era fuerte el texto de Adolfo.

Ya al caer la tarde, el juez determinó el empate técnico, mas allá de los calores y apasionamientos del público, los dos peleadores se dieron la mano, y antes de marcharnos, Pedro entrego al público un paquete de copias, con el título Los Asesinos, cuento escrito por Hemingway. En ese instante todos supimos que este reto, aún no había terminado, y solo habíamos llegado al penúltimo round, porque la literatura siempre ofrece una oportunidad para seguir peleando.

viernes, 1 de mayo de 2015

Los mismos asuntos

Bitácora de la sesión del dieciocho de abril de 2015

Por Domingo José Bolívar Peralta


Luego de las indispensables conversaciones ligeras sobre cualquier cosa, Antonio Silvera Arenas aterrizó el coloquio en un nombre: Gabriel García Márquez. Que su obra tiene de esto y de aquello, de fulano y zutano... Influencias que siempre se están rastreando en todo lo que escribió, interpretaciones que, como recordó Andreis lo ocurrido a Julio Cortázar en una entrevista, incluso sorprenden a los autores.

Y la discusión en torno a las influencias del autor y las interpretaciones de su obra, fue rica en participación y puntos de vista que no siempre fueron convergentes. Silvera se esforzó en demostrar lo determinante que fue la influencia de José Félix Fuenmayor para que García Márquez contextualizara sus historias en el Caribe y en la utilización de un lenguaje, de una forma de contar, más propio del caribeño. Hizo mención, a su vez, de la polémica generada cuando Jorge García Usta se enfrentó a Jacques Gillard por la prominencia que este último le dio a Barranquilla como ciudad de formación literaria del hombre del liqui liqui, en detrimento de Cartagena, donde Gabo trabajó como periodista y conoció personajes que también le abrieron puertas en el mundo de la literatura.

Y en este asunto de influencias e interpretaciones desfilaron ante nosotros Kafka, La Biblia, lo descabellado, Faulkner, Cepeda Samudio, el inconsciente, Sófocles, Harold Bloom, Rafael Escalona, los chinos, Eduardo Carranza, la subjetividad... Me pregunto si El Tuerto López le guiñó el ojo mientras estuvo en Cartagena (o antes, o después. O antes, durante y después).

Luego nos pusimos las piernas de Caterine Ibargüen para saltar de Macondo a la Isla Esmeralda. Seamus Heaney habla de tres generaciones (abuelo, padre e hijo) que trabajan con las manos; los dos primeros cavan la tierra con la pala, el tercero cava en el ser con la pluma. Entonces volvió el juego de las suposiciones: las influencias, las interpretaciones. Jean Arthur Rimbaud había dicho “La mano en la pluma vale tanto como la mano en el arado”, o “La mano de pluma vale igual que la mano de arado”, o “La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado”. Silvera hizo énfasis en la naturalidad con que se expresa Heaney, la forma de tratar temas complejos desprovisto de grandilocuencia, desde escenas sencillas de la vida cotidiana. Tan sencillo que parece fácil, pero no; en literatura la sencillez suele ser difícil, una cosa es la sencillez y otra muy distinta la ramplonería y lo descuidado. Ah, también analizamos un poco, con este poema, las sutilezas que se pueden perder en las traducciones, en especial cuando se trata de poesía (ahí está el ejemplo en tan sólo una frase traducida del francés al español).

Nuestro director tuvo que irse, mas nos dejó en “La mano extendida” de Juan Miranda. Este cuento, leído por su mismo autor, tiene esa frescura que caracteriza a las narraciones de Juan. Trata de un boxeador fracasado y pillo, que un día descubre lo beneficioso que resulta pedir limosnas; mas nada en esta vida es regalado, así que tiene que enfrentarse a situaciones complicadas para seguir ejerciendo su respetable profesión, como cambiar de domicilio laboral y de personaje (de mudo a tembeleque).

Al finalizar nuestro apreciado compañero su lectura, como es costumbre y fue solicitado por Juan, los demás asistentes comentamos su texto y dimos algunas sugerencias para afinarlo. Entonces surgió otra controversia: la de qué tan válido o no es ubicar un relato en una ciudad tan particular como Barranquilla, el uso de las jergas propias de los barranquilleros, la mención de lugares... Más no quedó en esto. También se habló de las dificultades inherentes al utilizar un narrador en primera persona, de lo que es un estilo personal... En fin, se habló de literatura: los mismos temas que se repiten una y otra vez, siempre vistos de manera diferente, en contextos diferentes; siempre cautivadores, polémicos. Es todo esto, me parece, razón suficiente para luchar contra el Universo cuando conspira no a nuestro favor (lástima que no sea siempre a nuestro favor, como dice Coelho), cada sábado (admito que he perdido demasiadas veces la pelea), y volvemos al ámbito donde es posible encontrarnos con los grandes literatos y compañeros de taller.

Otra cosa: Juan Miranda nos presentó el libro que fue escrito por niños del taller que él dirige en Puerto Colombia y Salgar. De lo que llevo leído hasta ahora, hay un cuento que me ha llamado muchísimo la atención, escrito por Tatiana Cabrera Conrado, de 13 años de edad. El cuento se titula El sapito que comía princesas. Hay causticidad en ese cuento.

Como es habitual desde hace ya un tiempo, el taller se prolongó un poco más en la tienda.

Para finalizar, comparto con ustedes dos enlaces que tienen que ver con nuestros dos primeros autores leídos y discutidos: Gabo y Heaney.


lunes, 6 de abril de 2015

LO SOSPECHÉ DESDE UN PRINCIPIO

Bitácora de la sesión del sábado 21 de marzo de 2015


Por: María Margarita Rojas Álvarez


Cuando el profesor Antonio Silvera empezó a mirar a los talleristas, buscando a quién asignar la escritura de la bitácora, yo deseé tomarme una pastilla de chiquitolina, pero con mi contextura necesitaría un frasco. Decidí guardar silencio para no hacerme notar. Tal como sospechaba, una voz (que no era la de mi conciencia) dijo “Margarita no ha redactado ni una bitácora” y mi ego habló: “profesor, yo hice una a manera de carta”, la voz delatora y las antenitas de vinil empezaron a titilar y me di cuenta de que no tendría escapatoria. Así que aquí estoy, tratando de hacer lo que sospeché desde un principio.

No fui la única en ponerme las antenitas de vinil, todos los asistentes se acomodaron las suyas cuando escucharon uno de los poemas del libro “El fantasma de la alondra”. Los versos de “Y el cayado era un arma” nos invitaron a buscar en nuestra conciencia lectora la obra con la cual dialogaba esta poesía. Como expresó el director del taller y autor del poema: “La literatura es un diálogo, los textos que los han precedido dialogan con los nuevos”. Tal como sospechábamos, al profesor lo “chispeó” el relato de Caín y Abel, este poema se relacionaba con el primer homicidio de la Biblia. La poesía nos dejó el sabor de que Abel pudo haber hecho lo mismo que Caín, solo que éste se le adelantó.

Para mantener el halo de santidad y evadirnos de toda sospecha de pecado, Patricia compartió la poesía “La mujer de Lot” de Wislawa Szymborska; nombre que César pronunció con la propiedad de un polaco. Varios versos recordaron lo humano del Génesis que sigue vigente en el apocalipsis que vivimos: “Tal vez miré hacia atrás… Para no mirar más la nuca justa de mi marido, Lot. Por la seguridad repentina de que si yo muriera, él no se detendría. Por la desobediencia natural de los humildes”. Las féminas recordamos estos versos con gratitud y solidaridad. ¿Hubiéramos hecho lo mismo que la mujer de Lot?

Luego Andreis, iluminado por la brillante luz del dios Google que mora en su Smartphone, leyó la Rima IV de Gustavo Adolfo Bécquer: “No digáis que, agotado su tesoro, /de asuntos falta, enmudeció la lira; /podrá no haber poetas; pero siempre /habrá poesía…” Con otro de sus poemas el profesor Silvera le responde a Bécquer que en esta dictadura del ruido y del metal donde hasta la muerte ha perdido su dignidad, aún abundan las mujeres bellas, mas no hay poesía. En estos tiempos la naturaleza ha perdido su belleza y el lenguaje ha vuelto a los monosílabos de los principios de la humanidad. Tal vez por ello el título del poema:¡Bah!.

El profesor Silvera continuó leyendo sus poemas omitiendo a propósito los títulos, pero esta vez nuestra conciencia lectora no alcanzó a sospechar los textos con los que habían dialogado sus poesías “Epitafio para Jack London” y “Otra vez la hormiga y la cigarra”. En ocasiones, el título es necesario para significar y darle sentido al escrito. Por esto, Hernando lo primero que hizo al sentarse en el banquillo de los escritores fue leer el título de su tarea: “La confrontación”. En este cuento la naturaleza volvió, pero no la del Génesis ni la de Bécquer, si no la que Rivera describió en La Vorágine. En la selva del Brasil vivía el pequeño Makú, indígena valiente, según los miembros de la tribu, pero en realidad él y sus guerreros salían a jugar fútbol con los integrantes de un frente guerrillero colombiano. Makú amaba a la comandante del grupo rebelde, pero ella no lo sabía. Era un amor, en palabras de Hernando, como el de Efraín y María.

Januario nos compartió un cuento en el que la naturaleza y el amor familiar eran los protagonistas. “Lodo” mostró la historia de Raúl y María quiénes tenían un bebé enfermo y vivían en medio de un lodo que iba aumentando y transformándose a medida que avanzaba la narración. El autor tomó como base el cuento de Gabriel García Márquez, “Un señor muy viejo con unas alas enormes”.

Como los hombres no se convirtieron en estatua de sal, ellos continuaron con la lectura de sus tareas. El turno fue para César, quien se apartó de los espacios de la creación para centrarse en La Bella y la Bestia con su relato titulado “No hay que soñar con ella”. El protagonista —un lector consumado— amaba a una joven que atendía una librería, la seguía desde lejos y presentía que aunque a ella le gustara “El fantasma de la ópera”, no le iba a gustar un hombre de piel manchada y rostro cubierto como él. Todos sospechamos que este texto estaba inspirado en La Bella y la Bestia.

Siguió Patricia con su texto: “Por culpa de Flaubert”. La voz poética propuso que si Emma Bovary hubiese tenido un esposo con las características de varios personajes de las obras de García Márquez, tal vez no se hubiese suicidado. Patricia, con su lectura, nos llevó a pensar que Flaubert se había equivocado al darle a Emma un esposo que en lugar de llenarla de amor y de pasión la llevó a la infidelidad y a la muerte.

Andreis también hizo la tarea. Con el poema “Despedida de un gato”, inspirado en la joven y seductora Holly Golightly, protagonista de Desayuno en Tiffany's, Andreis dejó claro que este personaje lo dejó fascinado y seguramente con su lectura despertó en más de uno las ganas de leer o releer esta obra de Capote.

La influencia de Cortázar se hizo presente y evidente en “Instrucciones para hacer instrucciones”, versos escritos por Sebastián, con los que pretendía hacer el génesis de las famosas instrucciones del autor argentino.

Cerramos la sesión escuchando la parte final del cuento “Un señor muy viejo con unas alas enormes”, y regenerados como las águilas, salimos con la esperanza de recibir en nuestros correos las actividades a realizar en estos quince días de receso.

viernes, 20 de marzo de 2015

MÁS QUE PALABRAS


(Bitácora de la sesión del sábado 14 de marzo de 2015)

Por: Patricia Lemus Guzmán

Es costumbre de casi todos los mortales hacer buenos propósitos al iniciar un nuevo año: bajar los kilos que tenemos de más, dejar de fumar, aprender inglés, leer más, escribir con disciplina, llegar temprano, hacer la bitácora de todas las sesiones del taller… en fin, múltiples intenciones que a medida que avanzan los meses se van quedando solo en palabras. Pero como apenas es marzo y es muy temprano para empezar a fallar (¡pilas Juan Carlos, nos quedaste mal!), he sido elegida extemporánea y dedocráticamente para que nuestro propósito del 2015 no quede solo en palabras, o mejor dicho, para que quede en palabras nuestra sesión del sábado anterior.

“Todo está en la palabra…—dice Neruda— una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció”. En eso consistía precisamente el ejercicio con que se inició la sesión: tomar uno de los tres poemas de Juan Gelman estudiados con anterioridad y con las mismas palabras, escribir otro texto. “Arte poética” fue el elegido por Adela, Hernando y Raiza. Los tres lograron textos muy diferentes al original, pero mientras en los de Adela y Hernando, se sentía aún presente el mensaje de Gelman sobre el oficio de escribir, en el de Raiza sí hubo un cambio de fondo y se convirtió en un poema de tono nostálgico acerca del otoño. Luego siguió César, que transformó el poema “Lluvia” en un texto bastante gracioso de un hombre que tiene “tormentas en el corazón” porque su mujer le pone los cuernos con el vecino de al lado. Finalmente, yo —saliéndome un poco del libreto— escogí el Poema 15 de Pablo Neruda y leí una versión algo cómica y disparatada de “Me gustas cuando callas”.

Y seguimos con Neruda. Esta vez con la lectura de “El hombre invisible”, de su libro “Odas elementales” donde el autor se critica a sí mismo, a sus poemas de juventud, a los poetas que siempre dicen “yo”, que solo le cantan a su dulce amada, a sus sentimientos y se creen muy interesantes. Con este texto, Neruda reafirma la idea expuesta desde el inicio del taller: el escritor debe ir más allá de su propia vida, la poesía no se trata solamente de lo que le pasa a él, no se trata solo del amor, el océano o las estrellas. En ocasiones, hay que volverse invisible para visibilizar a los otros: al panadero, al albañil que se cayó del andamio, a la muchacha que madruga a trabajar, al pescador, al librero; cada uno tiene una historia y el poeta debe ser la voz de todos ellos y reunir todas las vidas en su canto.

Y aunque esas vidas sean diferentes, siempre hay algo que nos conecta, algo con lo cual nos sentimos identificados, historias que parecieran repetirse. Pasa en la vida y pasa en la literatura. Muchas veces se ha dicho que solo existen tres grandes temas: la vida, el amor y la muerte, y que no existe un texto que pueda considerarse ciento por ciento original. Los escritores se alimentan de los libros que han leído y ya sea consciente o inconscientemente algo de éstos sale a relucir en sus obras. Ejemplos hay muchos: “La Eneida” de Virgilio, es una clara alusión a “La Ilíada” y a “La Odisea” de Homero; la idea de Macondo la tomó García Márquez del  condado de Yoknapatawpha creado por William Faulkner. Además, algunos estudiosos de Cien Años de Soledad, afirman que en esta obra hay múltiples influencias que van desde La Biblia (empieza con la génesis de Macondo y termina con su apocalipsis), pasando por El Quijote (las múltiples guerras perdidas de Aureliano Buendía) hasta llegar a  dos grandes novelas colombianas: María (el incesto) y La Vorágine (la violencia). Además de estas influencias subrepticias, hay autores que se inspiran abiertamente en algún tema de la literatura, es el caso de Constantino Cavafis quien escribió varios poemas basados en las obras homéricas. En la sesión del sábado anterior, el profesor Silvera leyó “Troyanos”, en donde el poeta griego iguala las vicisitudes de nuestra vida diaria con las que vivieron los troyanos en el relato de La Ilíada. Se podría decir que Cavafis “actualiza” la novela de Homero, en una clara demostración de que, a pesar del paso del  tiempo, los dramas de los seres humanos siguen siendo los mismos. Otro ejemplo que leímos sobre poemas inspirados en obras literarias fue “La alondra y los alacranes” de Giovanni Quessep, donde se hace alusión, a García Márquez, con las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia y a Shakespeare con el canto de la alondra. A propósito de estas lecturas, surgió una tarea: escribir un texto basado en alguna obra, acontecimiento o personaje de la literatura que admiremos o que nos llame la atención. La alusión puede ser de manera explícita, como en los dos poemas mencionados antes, o implícita, de tal forma que al leer el texto, los demás tratemos de identificar a qué obra se refiere.


Antes de finalizar la sesión, Daniel leyó un cuento sobre uno de sus personajes recurrentes: Lucía (¿quién será esa Lucía que le inspira tantas historias a Dany? sospecho que es como la Lucía de Serrat “la más bella historia de amor” que tuvo y tendrá). En esta oportunidad Lucía llega a una playa de vacaciones y despierta el interés de un salvavidas (el narrador de la historia) que ama el mar y odia el momento en que aparecen los créditos en las películas. La historia está dividida en fragmentos cortos separados por números, sobre lo cual hubo opiniones encontradas ya que algunos consideraron que era mejor eliminar esta numeración y otros pensaron que sí funcionaba de esa forma. En lo que sí hubo coincidencia fue en que Daniel debe trabajar más la parte final, ya que él pretendía mostrar el amor, no solo del salvavidas, sino también el amor del mar hacia la muchacha, lo cual no quedó claro en la historia. Y es que no siempre resulta claro escribir sobre el amor, porque como diría Gelman: “…el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa y solo el alma sabe dónde las dos se encuentran…”.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Escribir contra reloj

Por: César Mora Moreo.

Bitácora de la sesión del 28 de febrero de 2015

Con el acostumbrado ruido del aire acondicionado y un ejercicio de escritura, tuvo inicio la primera sesión del taller en donde los refranes fueron los protagonistas.

Después de las presentaciones de los nuevos miembros (dos ingenieras, un profesor de yoga, un docente, un estudioso de los fenómenos paranormales, entre otros) el profesor Antonio entregó a cada uno un refrán que luego debíamos plasmar en un cuento, pero no de forma explícita, ya que uno de los objetivos del ejercicio de escritura era que adivináramos los refranes que le habían asignado a nuestros compañeros.

Para escribir nuestras historias contamos con media hora, en la cual los lápices y lapiceros bailaron sobre las hojas dando vida con las palabras.

Escribiendo contra reloj cuesta más concentrarse. No hay tiempo para correcciones, ni para darle muchas vueltas a una idea. Cuando escribes contra el tiempo debes intentar plasmar lo mejor posible, lo primero que te salga.

Durante esos treinta minutos el silencio (o más bien el sonido del aire) reinó sobre el salón. Unos tachaban sus primeras líneas y volvían a empezar, mientras otros rascaban sus cabezas sin saber cómo continuar su historia.

Cuando el profesor anunció que él tiempo había terminado, algunos soltaron sus lapiceros mientras otros, como en mi caso, terminaron de escribir su historia como pudieron.

María Margarita fue la primera en leer a petición del público y en su cuento donde “el tigre no es como lo pintan”, podemos ver a un hombre que no era exactamente como parecía, (sobre todo porque no sabía cocinar patacones). El siguiente en leer fue Sebastián y en su historia sobre creadores de hombres, nadie pudo adivinar el refrán “Dios le da pan al que no tiene dientes”. Cuando llegó el turno de Juan Carlos pudimos escuchar un cuento inconcluso donde “el que busca encuentra” recibe una bofetada por atrevido.

Mi cuento donde un hombre está rodeado de indígenas come-ratas, demuestra que “donde fueres, haz lo que vieres” y una negra que se marchó de su pueblo “con el rabo entre las piernas”, después de mucho ladrar y poco morder fue uno de los últimos cuentos leídos. Las escenitas de una mujer celosa, los robos que sufre una mujer por parte de su socio, el trabajador que no sabe administrar los bienes que recibió y los hijos de tigres, que salen pintando de ambos padres también tuvieron su lugar en la tarde.

Aunque el señor Pedro y Domingo, con su nuevo look, llegaron “mejor tarde, que nunca” después del ejercicio, eso no impidió que este último escribiera una historia en donde una pareja “no sabe lo que tiene, hasta el día en que lo pierde”.

“Del dicho al hecho hay mucho trecho", eso lo pudimos comprobar todos después de llegar a la conclusión de lo difícil que es que los demás comprendan el mensaje que tú les quieras hacer llegar a través del cuento.

El escritor Juan Gelman también tuvo su lugar en la sesión, “porque más sabe diablo por viejo, que por diablo”, con las lecturas Arte Poética y Confianzas. Sus poemas nos permitieron reflexionar sobre el oficio del escritor y saber que cuando nos sentemos a escribir debemos tener presente que nuestros escritos no cambiaran el mundo, no ganaran revoluciones, no pagaran deudas, pero sigue siendo importante que nos sentemos en una mesa y escribamos para que, como dijo Picasso, cuando llegue la musa, nos encuentre trabajando.

viernes, 27 de febrero de 2015

¡Bienvenidos!

Saludamos con mucho entusiasmo a los nuevos integrantes del Taller Literario "José Félix Fuenmayor" y los invitamos a la primera sesión, mañana, 28 de febrero, a las 2 P. M. en el salón 1 del Centro Cultural Comfamiliar (Cra. 54 calle 59):

Leonel Díaz Sarmiento 
Nathalie Valencia Arrieta
Ignacio Zuleta
Vanessa Cantillo Mosquera. 
Hernando Striedinger Cepeda
Raiza Mar Jiménez Striedinger
Erika Bermúdez Pérez 
Berlín Sofía Rincón 
Sugey Rodríguez
Carlos De la Hoz Pérez

viernes, 20 de febrero de 2015

CONVOCATORIA 2015

El Taller Literario “José Félix Fuenmayor” convoca a la vinculación de 15 nuevos integrantes, de acuerdo con las siguientes condiciones:

• Ser mayor de 16 años o bachiller.

• Enviar hoja de vida resumida (máximo 15 líneas), con dirección electrónica, a más tardar el 26 de febrero de 2015, a la siguiente dirección:
tallerjffuenmayor@hotmail.com

• Adjuntar texto literario, preferiblemente narrativo, no mayor de cuatro páginas (22 líneas por cada una) o, en su defecto, un escrito en el que el aspirante explique brevemente (máximo 20 líneas) la razón por la cual le gustaría hacer parte del grupo.
Los resultados se darán a conocer en el blog del Taller (www.tallerfuenmayor.blogspot.com) el día 27 de febrero y las sesiones con los nuevos integrantes se iniciarán el 28 de febrero.

• Sitio de reunión: Centro Cultural Comfamiliar.

• Horario: sábados 2-6 P.M.

• Se aclara que tanto la inscripción como la efectiva vinculación de quienes resulten seleccionados carecen de costos monetarios.