viernes, 1 de mayo de 2015

Los mismos asuntos

Bitácora de la sesión del dieciocho de abril de 2015

Por Domingo José Bolívar Peralta


Luego de las indispensables conversaciones ligeras sobre cualquier cosa, Antonio Silvera Arenas aterrizó el coloquio en un nombre: Gabriel García Márquez. Que su obra tiene de esto y de aquello, de fulano y zutano... Influencias que siempre se están rastreando en todo lo que escribió, interpretaciones que, como recordó Andreis lo ocurrido a Julio Cortázar en una entrevista, incluso sorprenden a los autores.

Y la discusión en torno a las influencias del autor y las interpretaciones de su obra, fue rica en participación y puntos de vista que no siempre fueron convergentes. Silvera se esforzó en demostrar lo determinante que fue la influencia de José Félix Fuenmayor para que García Márquez contextualizara sus historias en el Caribe y en la utilización de un lenguaje, de una forma de contar, más propio del caribeño. Hizo mención, a su vez, de la polémica generada cuando Jorge García Usta se enfrentó a Jacques Gillard por la prominencia que este último le dio a Barranquilla como ciudad de formación literaria del hombre del liqui liqui, en detrimento de Cartagena, donde Gabo trabajó como periodista y conoció personajes que también le abrieron puertas en el mundo de la literatura.

Y en este asunto de influencias e interpretaciones desfilaron ante nosotros Kafka, La Biblia, lo descabellado, Faulkner, Cepeda Samudio, el inconsciente, Sófocles, Harold Bloom, Rafael Escalona, los chinos, Eduardo Carranza, la subjetividad... Me pregunto si El Tuerto López le guiñó el ojo mientras estuvo en Cartagena (o antes, o después. O antes, durante y después).

Luego nos pusimos las piernas de Caterine Ibargüen para saltar de Macondo a la Isla Esmeralda. Seamus Heaney habla de tres generaciones (abuelo, padre e hijo) que trabajan con las manos; los dos primeros cavan la tierra con la pala, el tercero cava en el ser con la pluma. Entonces volvió el juego de las suposiciones: las influencias, las interpretaciones. Jean Arthur Rimbaud había dicho “La mano en la pluma vale tanto como la mano en el arado”, o “La mano de pluma vale igual que la mano de arado”, o “La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado”. Silvera hizo énfasis en la naturalidad con que se expresa Heaney, la forma de tratar temas complejos desprovisto de grandilocuencia, desde escenas sencillas de la vida cotidiana. Tan sencillo que parece fácil, pero no; en literatura la sencillez suele ser difícil, una cosa es la sencillez y otra muy distinta la ramplonería y lo descuidado. Ah, también analizamos un poco, con este poema, las sutilezas que se pueden perder en las traducciones, en especial cuando se trata de poesía (ahí está el ejemplo en tan sólo una frase traducida del francés al español).

Nuestro director tuvo que irse, mas nos dejó en “La mano extendida” de Juan Miranda. Este cuento, leído por su mismo autor, tiene esa frescura que caracteriza a las narraciones de Juan. Trata de un boxeador fracasado y pillo, que un día descubre lo beneficioso que resulta pedir limosnas; mas nada en esta vida es regalado, así que tiene que enfrentarse a situaciones complicadas para seguir ejerciendo su respetable profesión, como cambiar de domicilio laboral y de personaje (de mudo a tembeleque).

Al finalizar nuestro apreciado compañero su lectura, como es costumbre y fue solicitado por Juan, los demás asistentes comentamos su texto y dimos algunas sugerencias para afinarlo. Entonces surgió otra controversia: la de qué tan válido o no es ubicar un relato en una ciudad tan particular como Barranquilla, el uso de las jergas propias de los barranquilleros, la mención de lugares... Más no quedó en esto. También se habló de las dificultades inherentes al utilizar un narrador en primera persona, de lo que es un estilo personal... En fin, se habló de literatura: los mismos temas que se repiten una y otra vez, siempre vistos de manera diferente, en contextos diferentes; siempre cautivadores, polémicos. Es todo esto, me parece, razón suficiente para luchar contra el Universo cuando conspira no a nuestro favor (lástima que no sea siempre a nuestro favor, como dice Coelho), cada sábado (admito que he perdido demasiadas veces la pelea), y volvemos al ámbito donde es posible encontrarnos con los grandes literatos y compañeros de taller.

Otra cosa: Juan Miranda nos presentó el libro que fue escrito por niños del taller que él dirige en Puerto Colombia y Salgar. De lo que llevo leído hasta ahora, hay un cuento que me ha llamado muchísimo la atención, escrito por Tatiana Cabrera Conrado, de 13 años de edad. El cuento se titula El sapito que comía princesas. Hay causticidad en ese cuento.

Como es habitual desde hace ya un tiempo, el taller se prolongó un poco más en la tienda.

Para finalizar, comparto con ustedes dos enlaces que tienen que ver con nuestros dos primeros autores leídos y discutidos: Gabo y Heaney.


2 comentarios:

Patricia dijo...

García Márquez es un tema inagotable y siempre entretenido. ¡Bien por la bitácora! (que no se pierda la costumbre).

Adela dijo...

Gracias por la actualización, Domingo. Muy amena la bitácora!