viernes, 29 de junio de 2012

LECTURAS PARA TODOS

Por Domingo Bolívar

(Bitácora del 25 de junio de 2012)

Me sorprendió verlos organizados en círculo, atentos todos a la lectura que hacía un compañero. Antes de sentarme me serví un vaso de café (pensé que tendría que exprimirle las últimas gotas al termo, dado el número de compañeros que había en el recinto, pero al sentir su peso supe que podía excederme un poco en la dosis) y luego, ya acomodado, entré en la dinámica de esta sesión.

Se leía un cuento de Roberto Burgos Cantor, “Entre golpes”, cuya temática trata de la trampa de la fama cuando no se está preparado para recibirla, de la facilidad con que un ser humano es convertido en mercancía. Pambelé, un personaje perfecto para tal propósito.

La lectura de este texto se hizo entre todos los asistentes, cuya extensión dio para dos vueltas. En el transcurso de la lectura fueron llegando más talleristas, quienes se sumaron a la actividad. Al terminar de leer el cuento, y como es habitual al terminar de leerse una obra, se expresaron diversas reflexiones acerca del contenido y la forma de la misma. Causaron gran interés los giros del lenguaje utilizado por el autor; así mismo se comentó acerca de los datos históricos y los cambios de narrador.

Procedimos luego a leer nuestros textos con el objeto de participar en el concurso de la Red Nacional de Talleres Literarios RELATA. Casi todos los asistentes presentaron al menos un trabajo, ya fueran cuentos o poemas. Se comentó cada texto leído y se acordó dejar la elección de los dos que representarían al Taller Literario "José Félix Fuenmayor" para el próximo sábado, junto con el gran ausente de esta sesión: Antonio Silvera, a quien le enviaríamos los trabajos por correo electrónico.

Quedé al final, cuando todos nos fuimos, con la sensación de que la anarquía, bien entendida, es posible.

viernes, 15 de junio de 2012

El sábado por la tarde…


(Bitácora de la sesión del 9 de Junio)
Por Johnny Campo


Desde un pupitre escolar, el profesor Antonio hablaba con tono sereno y ritmo pausado. Sentados frente al profesor, también en pupitres, había una veintena de adultos de todas las edades, los integrantes del taller.

El profesor Antonio empezó la sesión hablando sobre la obra del escritor Roberto Burgos Cantor y anunció que éste visitará el taller el próximo seis y siete de julio. Según las palabras del profesor, Burgos Cantor es uno de los “tres grandes novelistas del Caribe” junto con Gabriel García Márquez y Ramón Illán Bacca. El profesor listó varias obras del escritor y entre ellas destacó La Ceiba de la Memoria. Uno de los integrantes del taller recordó el apunte que un escritor hizo en cierta ocasión sobre dicha obra: los mejores polvos de la literatura colombiana están en La Ceiba…

A continuación, el profesor Antonio leyó apartes del cuento Usted dice que… y Una Siempre es la Misma. Después compartió que le parece curioso como algunos cuentos de Burgos Cantor tienen subdivisiones o capítulos y que otros están titulados al estilo de Raymond Carver. Un integrante resaltó que los cuentos de Burgos Cantor suelen contar más de una historia.

Cuando acabó la charla sobre la obra de Burgos Cantor, el profesor Antonio preguntó si algún integrante quería leer o el ejercicio que se había propuesto para esa sesión o un texto de su autoría. Adolfo, Patricia, Viviana, Domingo, Isabel y Patricia Lemus se ofrecieron.

Adolfo fue el primero. Leyó un relato titulado Los Caminantes y nos confesó que está considerando participar en el concurso de El Túnel con dicho texto. Patricia fue la siguiente. Leyó un relato sobre un monje adultero, su versión del ejercicio. Viviana leyó después un cuento titulado Rómulo el Penitente. Domingo también leyó su versión del ejercicio y causó revuelo entre algunos integrantes por haber escogido como narrador a una virgen María indignada y vengativa. Isabel leyó El Monje Enamorado, un relato con una escena erótica que sonrojó a más de uno. El último turno fue para Patricia Lemus quien leyó Separación de Bienes, un poema que fue bien recibido por todos en el salón. Durante cada lectura, el profesor Antonio escuchaba atentamente, tomaba apuntes en una hoja blanca y daba uno que otro comentario, siempre positivo.

Dieron las seis y los integrantes empezaron a marcharse. El salón se fue vaciando poco a poco. Mientras eso pasaba, el profesor Antonio siguió sentado en el pupitre. Desde su puesto respondió algunas preguntas sobre convocatorias a concursos de cuento y de poesía. Sólo se levantó del pupitre cuando quedaban tres o cuatro personas en el salón.