viernes, 20 de marzo de 2015

MÁS QUE PALABRAS


(Bitácora de la sesión del sábado 14 de marzo de 2015)

Por: Patricia Lemus Guzmán

Es costumbre de casi todos los mortales hacer buenos propósitos al iniciar un nuevo año: bajar los kilos que tenemos de más, dejar de fumar, aprender inglés, leer más, escribir con disciplina, llegar temprano, hacer la bitácora de todas las sesiones del taller… en fin, múltiples intenciones que a medida que avanzan los meses se van quedando solo en palabras. Pero como apenas es marzo y es muy temprano para empezar a fallar (¡pilas Juan Carlos, nos quedaste mal!), he sido elegida extemporánea y dedocráticamente para que nuestro propósito del 2015 no quede solo en palabras, o mejor dicho, para que quede en palabras nuestra sesión del sábado anterior.

“Todo está en la palabra…—dice Neruda— una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció”. En eso consistía precisamente el ejercicio con que se inició la sesión: tomar uno de los tres poemas de Juan Gelman estudiados con anterioridad y con las mismas palabras, escribir otro texto. “Arte poética” fue el elegido por Adela, Hernando y Raiza. Los tres lograron textos muy diferentes al original, pero mientras en los de Adela y Hernando, se sentía aún presente el mensaje de Gelman sobre el oficio de escribir, en el de Raiza sí hubo un cambio de fondo y se convirtió en un poema de tono nostálgico acerca del otoño. Luego siguió César, que transformó el poema “Lluvia” en un texto bastante gracioso de un hombre que tiene “tormentas en el corazón” porque su mujer le pone los cuernos con el vecino de al lado. Finalmente, yo —saliéndome un poco del libreto— escogí el Poema 15 de Pablo Neruda y leí una versión algo cómica y disparatada de “Me gustas cuando callas”.

Y seguimos con Neruda. Esta vez con la lectura de “El hombre invisible”, de su libro “Odas elementales” donde el autor se critica a sí mismo, a sus poemas de juventud, a los poetas que siempre dicen “yo”, que solo le cantan a su dulce amada, a sus sentimientos y se creen muy interesantes. Con este texto, Neruda reafirma la idea expuesta desde el inicio del taller: el escritor debe ir más allá de su propia vida, la poesía no se trata solamente de lo que le pasa a él, no se trata solo del amor, el océano o las estrellas. En ocasiones, hay que volverse invisible para visibilizar a los otros: al panadero, al albañil que se cayó del andamio, a la muchacha que madruga a trabajar, al pescador, al librero; cada uno tiene una historia y el poeta debe ser la voz de todos ellos y reunir todas las vidas en su canto.

Y aunque esas vidas sean diferentes, siempre hay algo que nos conecta, algo con lo cual nos sentimos identificados, historias que parecieran repetirse. Pasa en la vida y pasa en la literatura. Muchas veces se ha dicho que solo existen tres grandes temas: la vida, el amor y la muerte, y que no existe un texto que pueda considerarse ciento por ciento original. Los escritores se alimentan de los libros que han leído y ya sea consciente o inconscientemente algo de éstos sale a relucir en sus obras. Ejemplos hay muchos: “La Eneida” de Virgilio, es una clara alusión a “La Ilíada” y a “La Odisea” de Homero; la idea de Macondo la tomó García Márquez del  condado de Yoknapatawpha creado por William Faulkner. Además, algunos estudiosos de Cien Años de Soledad, afirman que en esta obra hay múltiples influencias que van desde La Biblia (empieza con la génesis de Macondo y termina con su apocalipsis), pasando por El Quijote (las múltiples guerras perdidas de Aureliano Buendía) hasta llegar a  dos grandes novelas colombianas: María (el incesto) y La Vorágine (la violencia). Además de estas influencias subrepticias, hay autores que se inspiran abiertamente en algún tema de la literatura, es el caso de Constantino Cavafis quien escribió varios poemas basados en las obras homéricas. En la sesión del sábado anterior, el profesor Silvera leyó “Troyanos”, en donde el poeta griego iguala las vicisitudes de nuestra vida diaria con las que vivieron los troyanos en el relato de La Ilíada. Se podría decir que Cavafis “actualiza” la novela de Homero, en una clara demostración de que, a pesar del paso del  tiempo, los dramas de los seres humanos siguen siendo los mismos. Otro ejemplo que leímos sobre poemas inspirados en obras literarias fue “La alondra y los alacranes” de Giovanni Quessep, donde se hace alusión, a García Márquez, con las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia y a Shakespeare con el canto de la alondra. A propósito de estas lecturas, surgió una tarea: escribir un texto basado en alguna obra, acontecimiento o personaje de la literatura que admiremos o que nos llame la atención. La alusión puede ser de manera explícita, como en los dos poemas mencionados antes, o implícita, de tal forma que al leer el texto, los demás tratemos de identificar a qué obra se refiere.


Antes de finalizar la sesión, Daniel leyó un cuento sobre uno de sus personajes recurrentes: Lucía (¿quién será esa Lucía que le inspira tantas historias a Dany? sospecho que es como la Lucía de Serrat “la más bella historia de amor” que tuvo y tendrá). En esta oportunidad Lucía llega a una playa de vacaciones y despierta el interés de un salvavidas (el narrador de la historia) que ama el mar y odia el momento en que aparecen los créditos en las películas. La historia está dividida en fragmentos cortos separados por números, sobre lo cual hubo opiniones encontradas ya que algunos consideraron que era mejor eliminar esta numeración y otros pensaron que sí funcionaba de esa forma. En lo que sí hubo coincidencia fue en que Daniel debe trabajar más la parte final, ya que él pretendía mostrar el amor, no solo del salvavidas, sino también el amor del mar hacia la muchacha, lo cual no quedó claro en la historia. Y es que no siempre resulta claro escribir sobre el amor, porque como diría Gelman: “…el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa y solo el alma sabe dónde las dos se encuentran…”.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Escribir contra reloj

Por: César Mora Moreo.

Bitácora de la sesión del 28 de febrero de 2015

Con el acostumbrado ruido del aire acondicionado y un ejercicio de escritura, tuvo inicio la primera sesión del taller en donde los refranes fueron los protagonistas.

Después de las presentaciones de los nuevos miembros (dos ingenieras, un profesor de yoga, un docente, un estudioso de los fenómenos paranormales, entre otros) el profesor Antonio entregó a cada uno un refrán que luego debíamos plasmar en un cuento, pero no de forma explícita, ya que uno de los objetivos del ejercicio de escritura era que adivináramos los refranes que le habían asignado a nuestros compañeros.

Para escribir nuestras historias contamos con media hora, en la cual los lápices y lapiceros bailaron sobre las hojas dando vida con las palabras.

Escribiendo contra reloj cuesta más concentrarse. No hay tiempo para correcciones, ni para darle muchas vueltas a una idea. Cuando escribes contra el tiempo debes intentar plasmar lo mejor posible, lo primero que te salga.

Durante esos treinta minutos el silencio (o más bien el sonido del aire) reinó sobre el salón. Unos tachaban sus primeras líneas y volvían a empezar, mientras otros rascaban sus cabezas sin saber cómo continuar su historia.

Cuando el profesor anunció que él tiempo había terminado, algunos soltaron sus lapiceros mientras otros, como en mi caso, terminaron de escribir su historia como pudieron.

María Margarita fue la primera en leer a petición del público y en su cuento donde “el tigre no es como lo pintan”, podemos ver a un hombre que no era exactamente como parecía, (sobre todo porque no sabía cocinar patacones). El siguiente en leer fue Sebastián y en su historia sobre creadores de hombres, nadie pudo adivinar el refrán “Dios le da pan al que no tiene dientes”. Cuando llegó el turno de Juan Carlos pudimos escuchar un cuento inconcluso donde “el que busca encuentra” recibe una bofetada por atrevido.

Mi cuento donde un hombre está rodeado de indígenas come-ratas, demuestra que “donde fueres, haz lo que vieres” y una negra que se marchó de su pueblo “con el rabo entre las piernas”, después de mucho ladrar y poco morder fue uno de los últimos cuentos leídos. Las escenitas de una mujer celosa, los robos que sufre una mujer por parte de su socio, el trabajador que no sabe administrar los bienes que recibió y los hijos de tigres, que salen pintando de ambos padres también tuvieron su lugar en la tarde.

Aunque el señor Pedro y Domingo, con su nuevo look, llegaron “mejor tarde, que nunca” después del ejercicio, eso no impidió que este último escribiera una historia en donde una pareja “no sabe lo que tiene, hasta el día en que lo pierde”.

“Del dicho al hecho hay mucho trecho", eso lo pudimos comprobar todos después de llegar a la conclusión de lo difícil que es que los demás comprendan el mensaje que tú les quieras hacer llegar a través del cuento.

El escritor Juan Gelman también tuvo su lugar en la sesión, “porque más sabe diablo por viejo, que por diablo”, con las lecturas Arte Poética y Confianzas. Sus poemas nos permitieron reflexionar sobre el oficio del escritor y saber que cuando nos sentemos a escribir debemos tener presente que nuestros escritos no cambiaran el mundo, no ganaran revoluciones, no pagaran deudas, pero sigue siendo importante que nos sentemos en una mesa y escribamos para que, como dijo Picasso, cuando llegue la musa, nos encuentre trabajando.