lunes, 21 de abril de 2008

Cuento # 2

JAQUE MATE

Alejandro Pérez Maury

Se abren las puertas y, ante la presencia del rey, aparece el guerrero vengador. Semidesnudo, con la cabellera alborotada y con numerosas heridas que mancillan su dorado cuerpo. Camina hacia el monarca espada en mano, con los ojos fijos, dispuesto a lanzarse cual felino hambriento.
El rey, resignado a una muerte inevitable, también lo mira con aire casi paternal mientras acaricia su barba rojiza.

—Detente un momento, muchacho. Aun te veo y no me explico cómo pudiste llegar hasta aquí. Quizás los dioses han protegido tu causa y a mí me castigan por mis pecados y excesos. Tú, un hombre mortal como todos has recorrido distancias inimaginables, has resistido los ataques naturales de un clima accidentado y, además, has sido uno de los pocos sobrevivientes de la horrorosa peste de las musarañas. El bosque de Goreb, hogar de abominaciones voraces hambrientas de sangre humana, no ha sido obstáculo para ti. Tu espada me dice las cruentas luchas que has librado con mis ejércitos diez veces más fuertes que el de Macedonia y, sin embargo, tú, un mortal como cualquiera, llevas en tus espaldas los cadáveres de miles de hombres de excelsa bravura. Atravesaste las murallas que protegen este impenetrable palacio, asesinaste a la guardia real y no se salvó cabeza alguna de mis cortesanos reales. No teniendo más opción, yo que te he esperado con zozobra en este refugio absurdo, he de darte una negra noticia. Soldado de la libertad: de nada te han servido tus asombrosas hazañas, pues, tu espada nunca derramará mi sangre y tu venganza será tan falsa como es cierto que, después de mí, habrán muchos que perpetuarán tus tribulaciones.

Dicho esto, el tirano desenvaina rápidamente su espada y con un movimiento prodigioso atraviesa su propio vientre y, de bruces, cae al suelo mientras la sangre mana con tanta afluencia que pronto inunda los pies del noble guerrero.

Cuando el suicida expira, la figura fantasmagórica del muchacho de bronce desaparece en la niebla nocturna.