martes, 14 de julio de 2009

El encanto de la escritura

El buen escritor no es quien carece de errores, sino quien logra encantarnos o inmiscuirnos tanto en la intriga de sus textos que no nos fijamos en ellos
(Sesión del 20 de junio)
Elaborada por Antonio Silvera Arenas
Temas: Revisión, argumento, personaje

Empezamos esta sesión con la revisión de “Erlinda”, texto de la tallerista Adela Renowitzky. Se plantearon dos clases de análisis: uno propiamente literario y otro relativo a la escritura. La diferencia entre uno y otro puede resultar muy sutil e incluso inexistente. Una frase mal escrita por causa de una preposición indebidamente usada puede afectar apenas el plano de la escritura, es decir, la redacción en términos “correctos”, pero, si en verdad está mal utilizada, si de ella depende el sentido general puede malograr totalmente el texto. Y, al revés, una “incorrección” de esta naturaleza puede ser la base sobre la que se edifica el efecto estético general del texto, por lo que sería inapropiado verla como una “incorrección”. En este último sentido, vale la pena recordar aproximadamente una frase que no sé ahora de quien proviene, pero sin duda es de alguien que sabía del asunto: “Un buen escritor no es aquel que escribe sin errores, sino el que nos encanta de tal forma con sus textos que pasamos por alto sus imperfecciones”.

Pasando al trabajo en cuestión, se advierte en principio que se refiere a más de un problema y que estos se contradicen entre sí: Erlinda aparece primero como una vieja chismosa, cuyo oficio básico consiste en atisbar lo que hacen sus vecinos para crear chismes que causan conflictos entre ellos. Este pareciera ser el tema del relato, pero luego nos enteramos que el día en que ocurren los hechos se cumple un aniversario del momento en que perdió al amor de su vida y esto es tan importante que lo primero queda relegado. Por último, encontramos que el personaje, sentado desde el comienzo a la puerta de su casa, espera el regreso del hijo, ausente, suponemos, de manera temporal. El asunto es que uno solo de estos tres problemas bastaría para crear una historia. También hay otros aspectos, como la presencia de una vela china, cuya función no está clara, ni explícita ni sugeridamente, en el texto; o una característica del amante perdido, a quien se nos presenta como un hombre de “mirada conquistadora” y con quien Erlinda “se habría llevado el mundo por delante”. En este último caso, el hecho de que sea él una especie de don Juan hace que Erlinda, más que llevarse el mundo por delante, sea otra de sus conquistas.

A estos aspectos, se sumaron otros relacionados con el uso de la coma, que algunas veces falta y, otras, sobra. Al respecto, se advirtió que si bien las reglas no son camisa de fuerza para un escritor, sí es importante que al pasarlas por alto lo haga con conocimiento de causa y en función de un efecto literario que lo justifique. Entre tanto es mejor respetarlas. Para el caso de la coma, se explicaron por lo menos tres usos: (1) inmediatamente después del complemento de una frase, cuando este aparece al comienzo de la misma y no, como debiera ser, después del predicado; (2) para señalar el punto en que se subordina una frase a otra; (3) para señalar el momento en que se coordinan dos frases. También se aludió, aunque no era el caso, a las comas que marcan los elementos de una enumeración, y, por último, a las comas parentéticas, que siempre son dos y deben colocarse una antes y otra después de una frase aclaratoria.
El taller continuó, en un segundo momento, con la lectura del ejercicio propuesto en la sesión anterior. Ahora se trataba de “estirar” el argumento de “Tatuaje”, un excelente cuento breve, escrito por el venezolano Ednodio Quintero. Leyeron en este espacio sus textos los talleristas SorayaRomero, Alberto Alandete, Katheryn Meléndez, María Rojas, Patricia Lemus y Claudia Lama Andonie.
Fue así como pasamos de versiones que optaron por precisar algún elemento en particular del argumento, como fue el espacio en el caso de Soraya. Lo destacable en general fue el carácter ilustrativo del ejercicio que, al pasar de una versión a otra, tomó cada vez mayor independencia con respecto al texto original. De modo que las versiones de María, Patricia y Claudia resultaron verdaderamente originales y, lo más importante, lograron crear una atmósfera de cuento, de verdadero cuento, explotando los distintos elementos que entran en su composición: personajes, espacio, tiempo, narración y, sobre todo, la intriga, eso, que Poe llama “unidad de impresión”.
La sesión terminó con la lectura de “El soborno”, un cuento de Jorge Luis Borges con el que empezamos a estudiar el tema del personaje.

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