sábado, 13 de abril de 2013

EN LA LITERATURA ES MÁS IMPORTANTE MOSTRAR QUE DECIR


Por Zaida García Maestre
(Bitácora 23 de Marzo del 2013)

La primera vez que asistí a este taller literario me pareció una experiencia enriquecedora y cada vez que asisto es un deleite para mí, y no solo para  mí, que soy nueva, sino para todos los demás asistentes que ya llevan cierto tiempo participando en él. Esto se nota cada vez que hay alguna actividad y el profesor Silvera pregunta por quiénes quieren compartir los escritos que se han traído y las miradas emocionadas surgen, tratando de no ruborizarse por la emoción de leer en público algo que se escribió en privado.


Para este sábado en particular, el profesor Silvera nos envió por correo electrónico el relato de Micer Ciappeletto, el primer cuento de El Decamerón de Giovanni Boccaccio, en el que, sin decírnoslo propiamente con esas palabras, se nos ilustra cómo este personaje es el peor hombre del mundo (y Dios que si lo es). Este relato sirvió para que nuestro tutor nos encomendara la tarea de escribir un cuento usando la misma técnica pero con un tópico diferente. Así, ya que escribir sobre la peor mujer del mundo podría herir algunas susceptibilidades en el género, él, muy sabiamente nos pidió que habláramos sobre “La mejor mujer del mundo”. Esta asignación dio muchos frutos ya que nos puso a pensar cuáles serían esas características que forjarían ese concepto y los relatos que escuchamos se convirtieron como en una guerra de los sexos. Hubo desde cortesanas redimidas, madres necesitadas y empleadas sacrificadas, hasta monjas enceguecidas de amor. Cada relato mostró diferentes puntos de vistas, propios de las personalidades de sus autores, pero en el fondo todos capturaron el mejor sentido de la mujer y por eso fueron conmovedores y llenos de  matices singulares. Es de esperarse que las inspiraciones llegaron de mujeres que tal vez conocemos como nuestras propias madres, alguna amiga y/o conocida o, por qué no, de alguna desconocida cuyo comportamiento no ha pasado desapercibido en nuestra sociedad altamente “comunicativa” de Barranquilla.

En fin, las horas se fueron como agua, y nuevamente salimos deleitados por la literatura. Otro fin de semana llegaba y otra semana comenzaba, “la Semana Mayor”, mejor conocida por nosotros como la Semana Santa. Por esa razón no habría clases el Sábado Santo, 30 de Marzo, ni tampoco, lógicamente, bitácora. Esperemos que estos días nos traigan reflexión,  reconciliación y, lo mejor, mucha inspiración.

1 comentarios:

Matilde Robayo dijo...

Bien Zaida, gracias por tu percepción que permite revivir el taller aunque no hubiese podido estar.