Después de un largo periodo, retomamos nuestro trabajo en el blog del Taller Literario "José Félix Fuenmayor" con la publicación de un cuento del más joven de sus integrantes actuales. Antes de ello, sin embargo, aprovechamos para felicitar oficial y públicamente a los dos autoras que nos representarán este año en la antología nacional de RELATA: Mayra Alejandra Díaz, con su poema "Negra", y Claudia Lama Andonie, con "Los días sin control".
Recordándoles los elementos a considerar -argumento, trama, personajes, narrador, ambiente, lenguaje e imágenes literarias-, los invitamos, entonces, a participar, proponiendo sus comentarios, ahora sí, al cuento de Daniel.
Recordándoles los elementos a considerar -argumento, trama, personajes, narrador, ambiente, lenguaje e imágenes literarias-, los invitamos, entonces, a participar, proponiendo sus comentarios, ahora sí, al cuento de Daniel.
Sálvenos, Monsalve
Por Daniel Carbonell Parody
Suele decir la gente cuando algún dragón multiforme, descarado y escamoso pretende convertir los rascacielos en rascaespaldas. “Sálvenos, Monsalve”, dicen los transeúntes desvalidos luego de un asalto a mano armada –porque si la mano no está armada, entonces ya eso es otra cosa–. “Sálvenos, Monsalve”, las premuras, las fallas, las necesidades y esas latas imposibles que no las abre ni su madre. Entonces desciende Natalia. Baja desde algún punto remoto de la atmósfera en su relámpago convertible, a sembrar el bien. Los dragones se descubren minimizados a simples lagartijas ante su soplido reductoramente descomunal, los criminales y demás personajes políticamente incorrectos tiemblan de miedo al escuchar su poderosa voz quiebramilcienes –porque, ¿saben ustedes lo difícil que es romper uno de esos celulares?–, y se dejan caer las pertenencias que no les pertenecen: joyas, bolsos, iPods, gatos, lágrimas –porque entre esos malhechores hay rompecorazones– y folios –porque entre esos malhechores hay funcionarios públicos–; con las latas es más sencillo: Natalia sólo debe mirar de forma fija la tapa del recipiente, y ésta, de inmediato, comprende que debe irse por las buenas.
Así es la vida de Monsalve, la que se la vive salvándolos a todos: de un distrito a otro en segundos, de un perfil de Facebook a otro en minutos –su conexión es lenta, lenta como el metabolismo de aquel mar una vez se la tragó–. “Sálvenos, Monsalve”, oh, Natalia, escuchas. El espíritu de tu oído oscila, vibra, se mueve, está inquieto por que tus manos pongas sobre algo que tus ojos habrán divisado todavía estando a tres kilómetros. “Sálvenos, Monsalve”, escuchas decir con voz que suplica, que le urges. Cuando llegas al lugar, tu lengua detectavidas sabe a nadie, sabe sólo a un muchachito de no más de diecisiete, que apenas supera tu edad, que es nadie, y que no sabe nada. Te acercas a él para preguntar qué pasa, que cuál de tus servicios necesita, que si hay que matar dragones o preparar panes con mermelada que te quedan, por cierto, muy bien; pero está llorando y no articula palabra alguna. Sólo después de un par de minutos de intentar tranquilizarlo con el toque corazonario de tu mano, sus cuerdas vocales parecen funcionar. Quiere ir al cine, Natalia, y se te parte el alma; condolida, pones tu mano sobre su hombro y un torbellino de hojas grises se los traga. ¿Fue ese el vórtice de la inocencia del siglo?
Ya habiéndome dejado en la oscura sala intentas irte con las luces, pero te tomo del brazo y empiezo a saber que tu piel está hecha de todas tus batallas, de todas las lágrimas que no has derramado. Tus ojos se tornan púrpuras cuando lanzas a mi pecho un rayo escrutador: lo que ves tras mi piel, músculo y huesos es todo lo que hay. Quizá te di lástima en ese instante, porque pensarías que habría un corazón, y no sólo una taza de café y muchas horas sin sueño.
“Sálvenos, Monsalve”, vibra en tu oído, te llaman los de fuera. Dices que debes irte y que nos vemos pronto, que ya veremos una película, que lo prometes. Y en mis adentros digo: “sálvame, Natalia”.
Cuando nos miremos nuevamente, y en mi pecho haya más que una taza de café, ¿cruzaré dimensiones por ti? ¿Habré de llevarte al cine a tiempo, Monsalve?
4 comentarios:
Me gustó mucho el juego con las palabras, pero tuve que leerlo dos veces para entenderlo, sobre todo el primer párrafo. Creo que se resuelve corrigiendo la puntuación.
La frase: "el metabolismo de aquel mar una vez se la tragó". ¿Le falta "que" entre mar y una?
Eso por ahora. ¡Saludos, Daniel!
El argumento es bastante abstracto. En verdad hay que leerlo despacio. Me gustó la creatividad de Daniel y el manejo de figuras,lo veo atractivo y novedoso. Me dio la impresión de un videojuego.
Saludos!!
Ana J.
Me gusta la forma como describes a Natalia.
En los últimos dos parrafos, el narrador pasa de tercera a primera persona en varias ocasiones de una forma que puede generar confusión.
Saludos,
Johnny
A mi me gusta completo. Veo a un chico enamorado, surcado de felicidad junto a Natalia pero mecido en la tristeza cuando ella no está, mecido en la espera; porqué, siempre es mejor la duda para los científicos, pero no para un joven enamorado como él o ella.
Sofí
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