Bitácora de la sesión del dieciocho de abril de 2015
Por Domingo José Bolívar Peralta
Por Domingo José Bolívar Peralta
Luego de las indispensables conversaciones ligeras sobre
cualquier cosa, Antonio Silvera Arenas aterrizó el coloquio en un nombre: Gabriel
García Márquez. Que su obra tiene de esto y de aquello, de fulano y zutano...
Influencias que siempre se están rastreando en todo lo que escribió,
interpretaciones que, como recordó Andreis lo ocurrido a Julio Cortázar en una
entrevista, incluso sorprenden a los autores.
Y la discusión en torno a las influencias del autor y las
interpretaciones de su obra, fue rica en participación y puntos de vista que no
siempre fueron convergentes. Silvera se esforzó en demostrar lo determinante
que fue la influencia de José Félix Fuenmayor para que García Márquez
contextualizara sus historias en el Caribe y en la utilización de un lenguaje,
de una forma de contar, más propio del caribeño. Hizo mención, a su vez, de la
polémica generada cuando Jorge García Usta se enfrentó a Jacques Gillard por la
prominencia que este último le dio a Barranquilla como ciudad de formación
literaria del hombre del liqui liqui, en detrimento de Cartagena, donde Gabo
trabajó como periodista y conoció personajes que también le abrieron puertas en
el mundo de la literatura.
Y en este asunto de influencias e interpretaciones
desfilaron ante nosotros Kafka, La Biblia, lo descabellado, Faulkner, Cepeda
Samudio, el inconsciente, Sófocles, Harold Bloom, Rafael Escalona, los chinos,
Eduardo Carranza, la subjetividad... Me pregunto si El Tuerto López le guiñó el
ojo mientras estuvo en Cartagena (o antes, o después. O antes, durante y
después).
Luego nos pusimos las piernas de Caterine Ibargüen para
saltar de Macondo a la Isla Esmeralda. Seamus Heaney habla de tres generaciones
(abuelo, padre e hijo) que trabajan con las manos; los dos primeros cavan la
tierra con la pala, el tercero cava en el ser con la pluma. Entonces volvió el
juego de las suposiciones: las influencias, las interpretaciones. Jean Arthur
Rimbaud había dicho “La mano en
la pluma vale tanto como la mano en
el arado”, o “La mano de
pluma vale igual que la mano de arado”, o “La mano que maneja la pluma
vale tanto como la que conduce el arado”. Silvera hizo énfasis en
la naturalidad con que se expresa Heaney, la forma de tratar temas complejos desprovisto
de grandilocuencia, desde escenas sencillas de la vida cotidiana. Tan sencillo
que parece fácil, pero no; en literatura la sencillez suele ser difícil, una
cosa es la sencillez y otra muy distinta la ramplonería y lo descuidado. Ah, también
analizamos un poco, con este poema, las sutilezas que se pueden perder en las
traducciones, en especial cuando se trata de poesía (ahí está el ejemplo en tan
sólo una frase traducida del francés al español).
Nuestro director tuvo que irse, mas nos dejó en “La mano
extendida” de Juan Miranda. Este cuento, leído por su mismo autor, tiene esa
frescura que caracteriza a las narraciones de Juan. Trata de un boxeador
fracasado y pillo, que un día descubre lo beneficioso que resulta pedir
limosnas; mas nada en esta vida es regalado, así que tiene que enfrentarse a
situaciones complicadas para seguir ejerciendo su respetable profesión, como
cambiar de domicilio laboral y de personaje (de mudo a tembeleque).
Al finalizar nuestro apreciado compañero su lectura, como es
costumbre y fue solicitado por Juan, los demás asistentes comentamos su texto y
dimos algunas sugerencias para afinarlo. Entonces surgió otra controversia: la
de qué tan válido o no es ubicar un relato en una ciudad tan particular como
Barranquilla, el uso de las jergas propias de los barranquilleros, la mención
de lugares... Más no quedó en esto. También se habló de las dificultades
inherentes al utilizar un narrador en primera persona, de lo que es un estilo
personal... En fin, se habló de literatura: los mismos temas que se repiten una
y otra vez, siempre vistos de manera diferente, en contextos diferentes;
siempre cautivadores, polémicos. Es todo esto, me parece, razón suficiente para
luchar contra el Universo cuando conspira no a nuestro favor (lástima que no
sea siempre a nuestro favor, como dice Coelho), cada sábado (admito que he
perdido demasiadas veces la pelea), y volvemos al ámbito donde es posible
encontrarnos con los grandes literatos y compañeros de taller.
Otra cosa: Juan Miranda nos presentó el libro que fue
escrito por niños del taller que él dirige en Puerto Colombia y Salgar. De lo
que llevo leído hasta ahora, hay un cuento que me ha llamado muchísimo la
atención, escrito por Tatiana Cabrera Conrado, de 13 años de edad. El cuento se
titula El sapito que comía princesas. Hay causticidad en ese cuento.
Como es habitual desde hace ya un tiempo, el taller se
prolongó un poco más en la tienda.
Para finalizar, comparto con ustedes dos enlaces que tienen
que ver con nuestros dos primeros autores leídos y discutidos: Gabo y Heaney.
2 comentarios:
García Márquez es un tema inagotable y siempre entretenido. ¡Bien por la bitácora! (que no se pierda la costumbre).
Gracias por la actualización, Domingo. Muy amena la bitácora!
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