Viernes 25 y sábado 26 de octubre
Querida María Margarita:
¿Sabes qué hizo falta en la visita que recibimos la semana
pasada del escritor Cristian Valencia? Las fotografías: sin duda, tú y tu Kodak
fueron dos grandes ausentes. Ya estamos acostumbrados a que, en medio de la tertulia, revolotees por
el salón buscando los mejores ángulos y registrando cada momento. Es una
lástima que no hayas podido asistir, no sólo por las fotos, sino porque te
perdiste de escuchar cosas muy interesantes. ¿Sabías por ejemplo, que en Buenos
Aires los perros no ladran? ¿Que una iguana en el mercado negro puede venderse
en treinta y cinco mil pesos? ¿Que alguna mañana, en las playas de Cartagena, un gringo quiso comprarle a una palenquera
la ponchera completa de frutas y ella se negó porque no quería quedar
desocupada el resto del día? Sí, todas estas cosas nos las contó Cristian, con
ese encanto suyo tan particular, mezcla
de caribe y paisa —nunca de cachaco,
diría yo—que lo hace un conversador tan agradable.
“Turismo para residentes” fue el título de la charla que
tuvimos con Cristian el viernes en el casi desocupado Salón Múltiple del Teatro
Amira de la Rosa. Empezó hablándonos de la experiencia como observador que
había tenido esa misma tarde, en el parque ubicado frente a la Biblioteca
Departamental. Un lugar por el que tú y yo hemos pasado muchas veces sin
detenernos a mirar detalles, más bien hemos apurado el paso mientras apretamos
el bolso contra el cuerpo. Mirar a tu propia ciudad como si fueras un turista, es
un consejo que nos da Cristian. Todas las ciudades están llenas de historias y
en vez de caminar rápido por el mundo, el escritor debe ver la gracia de la
realidad que nos habita. Para encontrar esa realidad debemos deshacernos ante
todo de los clichés: no todos los que caminan por el parque San José quieren
robarnos la cartera. Tal vez haya algún ladrón dando vueltas por ahí, pero si vamos a
escribir sobre él, no podemos marcarlo con la simple etiqueta de ladrón. Encontrar
al ser humano que hay debajo de esa etiqueta, es la labor de un buen escritor, quien tiene la misión de asombrar a los lectores con su forma de ver el mundo.
A estas alturas te estarás preguntando qué mosca me habrá
picado, por qué carambas te estoy escribiendo esta carta. Ya lo verás.
La sesión del sábado empezó con la lectura de un fragmento de Memorias por corrrespondencia, un libro de Emma Reyes, en sí una recopilación de
veintitrés cartas que esta pintora bogotana le envió al escritor Germán Arciniegas
entre 1969 y 1997, en las cuales le cuenta con una sencillez admirable la
difícil infancia que le tocó vivir junto a su hermana, Elena, en un barrio del
sur de Bogotá. Nos dijo Cristian que
este libro ha sido todo un suceso editorial, y no es de extrañar, ya que esta
mujer que aprendió a leer a los doce años, a través de estas cartas logra rescatar,
con un lenguaje sin pretensiones y exento de todo moralismo, la voz de la niña
que fue, y relatar las durísimas circunstancias en que transcurrió su niñez a comienzos
del siglo XX. Buen libro. Pero aún mejor fue el consejo que se derivó de él.
Para contar una historia, puedes imaginar un corresponsal, alguien a quien
dirigir tu relato —como si fuese una carta—, de esta forma, poniéndole una cara al lector,
se logra un lenguaje más natural y fluido. Es lo que he tratado de hacer aquí
(discúlpame si no lo he logrado, entiende que es mi primera vez, y tú sabes que
la primera vez suele ser complicada).
Como la idea es que la historia sea completa, te
contaré que se tocaron otros temas como: el auge que está teniendo la crónica
en Colombia en los últimos años y los pocos espacios que ofrecen los medios
para publicar este tipo de escritos; la reciente popularidad en el país, de
algunos autores japoneses como Hiromi Kawakami y sus historias sencillas, y los
excelentes libros de la escritora cartagenera Margarita García Robayo. Sin duda, Cristian también está atento a las
novedades.
Luego vino nuestro turno de leer. Empezó Juan
Miranda, con uno de esos textos que le salen tan bien, un cuento con sabor a
mar, a sal, a paseo en tren, a Puerto Colombia.
El título —que Cristian le sugirió cambiar porque no se compadecía con
el encanto de su relato— fue “El recuerdo de don Diego”. Después siguió Adela
con “Marrero”, historia basada en un recuerdo de su niñez. El turno siguiente
fue para Fanny quien nos dejó con las ganas, ya que, según opinión de Cristian,
terminó el cuento muy rápido y todos queríamos saber más de la rebelde Aurora y
su tía madrina. En seguida pasé yo al
banquillo y leí un cuento, aún sin título, acerca de una empleada doméstica y
un vecino muy particular, historia que, entre otras cosas, hirió la
susceptibilidad de algunos caballeros presentes, que ya están en los cincuenta
o se acercan a esta temible edad (seguro que te habrías reído si hubieses
estado allí). Finalmente Viviana leyó un texto recién salido del horno, titulado
“El látigo de las bestias”, el relato de un mundo al revés, o mejor dicho de un pueblo al revés, donde
las mujeres trabajan, se emborrachan, dan serenatas y son infieles, mientras
los hombres se quedan en casa cocinando y cuidando a los niños. No me vas a
negar que esta historia hubiese sido como un “fresquito” para tu espíritu
feminista. Sí… te conozco Margarita, como diría Rubén Blades.
8 comentarios:
Patricia:
¡Que crónica tan amena! Varias veces te he felicitado por tu excelente vocabulario y facilidad de expresión. Te aconsejo que comiences a guardar notas y detalles que te sirvan para tu novela. Porque estás destinada a escribirla
Adela
Me gustó mucho la bitácora, que lastima que no hubiese podido asistir.
Bien Patri, que bien te sentó el consejo de Cristian Valencia. Te salió una maravillosa carta a Margarita pero que podemos disfrutar todos. Felicitaciones. Me lo perdí pero tuve que viajar a Bogotá. Que pesar.
Muy agradable la bitácora,excelentes consejos dio Christian. Me perdí la tertulia y el taller por circunstancias ajenas, que lastima.
Buenisima bitácora Patricia,creo que la cámara de María Margarita se habría puesto celosa de haber estado allí. Retrataste con tu pluma el encuentro con Cristian tal y como se dió, ameno y sencillo.
Hola, Patri. Mi nombre se siente honrado porque una escritora de tu talla lo escribió. Las palabras se visten de gala, sin dejar su sencillez cuando tú las combinas. En este caso las palabras valen más que una imagen. Gracias por deleitar mis ojos con tu prosa y por conocerme tanto.
Gracias compañeritas y gracias César por sus comentarios.
Está excelente. Fresca y ágil, muy buen vocabulario.
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