Por Domingo Bolívar Peralta
(sesión del sábado 18 de mayo)
A veces el aparato cuyos
dedos invisibles nos arranca las rémoras solares de la piel, pareciera querer
participar de la conversación. Emite unos sonidos que se salen del habitual
ronquido al que ya casi nos tiene acostumbrados; y digo ya casi, porque muchas
veces lo obligamos a callarse para escuchar mejor entre nosotros. Imagino que
en esas veces querrá decirnos «ustedes
los humanos son de verdad incomprensibles. Se quejan del calor que hace afuera,
pero pasados apenas unos cuantos minutos quieren apagarme porque supuestamente sienten
mucho frío. ¿Pero qué puede esperarse de unos personajes que vienen aquí a
parlotear sobre algo tan fútil, tan poco práctico, como lo es la literatura?
Intentan ser coherentes, lógicos en todo lo que aquí dicen, sin embargo no hay
nada de lógica en ustedes desde el simple hecho de venir a reunirse todos los
sábados para deliberar sobre cuentos y poemas, dejando de lado otras
actividades que seguramente serían de muchísima mayor utilidad.»
Si alguna vez llega a producirse en nuestro recinto uno de esos extraños
fenómenos que suelen ocurrir en la literatura y oigo la mecánica voz de la
máquina diciendo esas palabras, le responderé así: “Le preguntaron a Terminator si es verdad que había
perdido todos sus sentidos y él contestó «hasta la vista, baby».”
Hasta que llegue el momento en el cual las inteligencias de silicón,
coltán y sabrá el Diablo qué otros materiales en un futuro, se impongan sobre
la humanidad que las creó, y el lenguaje binario —exacto — extermine por
completo cualquier otra forma de ambiguo lenguaje humano; hasta que sólo las
máquinas, luego de haberse eliminado por completo cualquier forma de vida capaz
de tener juicios de valor estético, tengan el poder volitivo de hacer y
deshacer sobre este planeta, hasta que ocurra ello, habrá poesía.
Seguro el aparato de aire acondicionado se estaría burlando hoy de
nosotros, al tener como tema de estudio el Capítulo 1 de El arco y la lira, un texto de Octavio Paz. Toda la tarde la
ocupamos en resolver, analizando cada párrafo, lo que es la poesía, lo poético.
El primer párrafo es una gran vitrina en donde se nos exhibe una multitud de
juguetes, los cuales podemos tomar y jugar con ellos para definir mediante el
juego, cada quien jugando a gusto, lo que es la poesía. Los párrafos
posteriores nos van sugiriendo el significado de este juego y estos juguetes.
Paz no nos dice la poesía es tal y cual, pero nos da pistas y claves. Nos dice
que la poesía está en todas las manifestaciones artísticas, e incluso propone
que en todo aquello que pueda ser valorado estéticamente sin necesidad de que
se haga de ello una obra de arte, hay poesía. Todo artista es un poeta. El
conocimiento de la técnica no hace al artista, ese sería un artesano; una obra
sin poesía no es más que una obra artesanal, producto de la técnica y no de esa
esencia que entraña la poesía. El artesano crea obras para satisfacer
necesidades prosaicas, cosas útiles. La poesía eleva la materia de lo meramente
útil en sentido materialista a lo quizás inútil, pero con gran valor estético;
un valor estético que comunica algo que conmueve, más allá del lenguaje
utilizado para comunicarlo. La ambigüedad del lenguaje da trascendencia a la
obra, pues lo que se comunica puede adquirir diversos matices y formas
interpretativas por parte de quienes aprecian dicha obra, y esa característica
ha de producir impresiones fuertes en quien a través de sus sentidos se acerca
a ella. Una obra de arte se basta a sí misma para ser plena, toda obra de arte
es un poema, todo poema tiene como meta conmover y todo poema es único porque
se vale de herramientas que el artista, conocedor de la técnica, utiliza de
manera particular, imprimiendo en él todo aquello que en el momento de la
creación poética le influye, como su temperamento, estado de ánimo, contexto
histórico, referentes...
El poeta llena a la materia de significado, le confiere esa esencia que
tiene el lenguaje de expresar; se expresa el artista y se expresa quien
contempla la obra. La obra poética es una ventana y a la vez un espejo.
Podrán estar los compañeros de taller en desacuerdo con algunas de las
ideas aquí expresadas por este servidor, pero he tratado de recoger el consenso
tácito, la esencia, finalizada la sesión, en cuanto a este tema; ahora, el
mismo título lo dice: subjetividad y esencia, no logro reprimir (o más bien no
quiero) el deseo de decir algo al respecto, desde mi posición, mi forma de
asumir la poesía. Afortunadamente concuerdo (y me ha convencido) con Octavio
Paz en todo lo dicho en este capítulo de El
arco y la lira. Leer el resto del libro se me hace inútilmente necesario.
Sólo nos queda impedir que las máquinas no acaben con la poesía.
3 comentarios:
De acuerdo Domingo, es un buen resumen de nuestro encuentro del sábado pasado. Definitivamente sabes hacer una bitácora. Gracias !
La verdad Domingo es que desde hace ya varios años, estas reuniones de los sábados se me han vuelto "inúltimente necesarias".
Parece adictivo, ¿verdad Patricia?
Publicar un comentario