Por Zaida García
Maestre
(Bitácora 23 de
Marzo del 2013)
La primera vez que
asistí a este taller literario me pareció una experiencia enriquecedora y cada
vez que asisto es un deleite para mí, y no solo para mí, que soy nueva, sino para todos los demás asistentes
que ya llevan cierto tiempo participando en él. Esto se nota cada vez
que hay alguna actividad y el profesor Silvera pregunta por quiénes quieren compartir
los escritos que se han traído y las miradas emocionadas surgen, tratando de no
ruborizarse por la emoción de leer en público algo que se escribió en privado.
Para este sábado en
particular, el profesor Silvera nos envió por correo electrónico el relato de Micer
Ciappeletto, el primer cuento de El
Decamerón de Giovanni Boccaccio, en el que, sin decírnoslo propiamente con esas
palabras, se nos ilustra cómo este personaje es el peor hombre del mundo (y Dios
que si lo es). Este relato sirvió para que nuestro tutor nos encomendara la
tarea de escribir un cuento usando la misma técnica pero con un tópico diferente.
Así, ya que escribir sobre la peor mujer del mundo podría herir algunas susceptibilidades
en el género, él, muy sabiamente nos pidió que habláramos sobre “La mejor mujer
del mundo”. Esta asignación dio muchos frutos ya que nos puso a pensar cuáles
serían esas características que forjarían ese concepto y los relatos que
escuchamos se convirtieron como en una guerra de los sexos. Hubo desde
cortesanas redimidas, madres necesitadas y empleadas sacrificadas, hasta monjas
enceguecidas de amor. Cada relato mostró diferentes puntos de vistas, propios
de las personalidades de sus autores, pero en el fondo todos capturaron el
mejor sentido de la mujer y por eso fueron conmovedores y llenos de matices singulares. Es de esperarse que las
inspiraciones llegaron de mujeres que tal vez conocemos como nuestras propias
madres, alguna amiga y/o conocida o, por qué no, de alguna desconocida cuyo
comportamiento no ha pasado desapercibido en nuestra sociedad altamente “comunicativa”
de Barranquilla.
En fin, las horas
se fueron como agua, y nuevamente salimos deleitados por la literatura. Otro
fin de semana llegaba y otra semana comenzaba, “la Semana Mayor”, mejor conocida
por nosotros como la Semana Santa. Por esa razón no habría clases el
Sábado Santo, 30 de Marzo, ni tampoco,
lógicamente, bitácora. Esperemos que estos días nos traigan reflexión, reconciliación y, lo mejor, mucha inspiración.
1 comentarios:
Bien Zaida, gracias por tu percepción que permite revivir el taller aunque no hubiese podido estar.
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